Ricardo Calderón de la Barca Hernández
LOS EMPRESARIOS AL PODER
KAKISTOCRACIA, EL GOBIERNO DE LOS PEORES
“…imaginemos ver reunidos en un solo régimen, no los rasgos eminentes de
las constituciones mejores, sino los más deplorables de las peores…
no la “óptima república”, sino la “pésima república”,…
Sería el régimen más bajo en cuanto “gobierno de los peores”…
Si quisiésemos darle un nombre, propondría llamarlo
kakistocracia: precisamente el contrario de la aristocracia en el sentido
más amplio y noble de “gobierno de los mejores”xxxiii.”
Kakistocracia (la receta de Polibio y “contrario”:
la pésima república. Michelangelo Bovero
Uno de los slogans más emblemáticos del mayo del 68 francés, decía: “La imaginación al poder”. Ahora, desde nuestro pequeño espacio vital y de manera contrastante, podríamos decir: “La ignorancia al poder”, “Los técnicos al poder” o “Los juniors al poder”, sin embargo, he optado por: “Los empresarios al poder” con los ingredientes de ignorancia o especialización y juniors.
Ahora bien, independientemente de que consideremos a la política como arte o como ciencia, los actuales suspirantes a los distintos cargos en disputa, no cultivan ni el arte ni la ciencia de la política.
El término empresario es un concepto que define a un tipo de individuo emprendedor, audaz, promotor, innovador y administrador. Algunos empresarios tienen un perfil profesional y otros no. Se caracterizan por detentar la propiedad o por estar a su servicio, motivados por la acumulación y el incremento del capital.
A los actuales suspirantes, dicho traje les queda holgado a la mayoría –solo buscan el fin- y, a la medida de manera excepcional. El empresario mexicano, por lo general crece al amparo del poder político y bajo su cobijo.
Los empresarios en sus distintas dimensiones, magnitudes y proporciones, con el disfraz de
ovejas pretenden instalarse en el poder y hacerse de él.
Sin marco legal que les ate las manos, cualquiera puede disponer de lo que no es suyo, es decir, cualquiera puede resultar un vulgar-común- ratero, sobre todo, si tenemos a la mano: impunidad, marcos legales endebles, relativismo axiológico, apetito voraz, buenas fauces y una gran barriga.
¿Por qué o cuál es la razón por la que los actuales suspirantes presentan un amor desmedido hacia la cosa pública? Esto no es nada novedoso en ningún rincón de la República. La respuesta parece ser muy simple: el capital que interviene, se juega y se arriesga en los terrenos de la política no es propiedad de uno o de unos cuantos, sino, de todos y, al administrarlo puede fluir hacia uno, unos cuantos o hacia todos, pero a la vez los gobernantes, por regla general en nuestro país, se apropian de él.
Nuestro entrañable terruño, con frecuencia es visto –por sus “gobernantes”- como un botín o como una empresa de su propiedad; san Martín Texmelucan S.A. de C.V. (sociedad anónima de capital variable) y, qué pensar en época de “vacas flacas”.
Independientemente de los méritos y cartas credenciales de excelencia que posean los actuales candidatos en el terreno privado, estos son prácticamente nulos en el terreno de lo público, y si los ostentan, solo redundan en beneficio de sus propias empresas o de su grupo, pero de ninguna manera en el hasta ahora cándido –ingenuo- pueblo, siempre alejado del juego democrático.
Tráfico de influencias, corrupción, fortunas y enriquecimiento bien explicables son temas y características recurrentes de cada uno de los gobiernos que se pasan la estafeta.
¿Por qué pensar que los ahora candidatos no serán así? Algunos hasta cambian súbitamente de ideología, otros que dicen estar decepcionados, aparecen repentinamente en primera fila. Partidos antagónicos ahora van de la mano del adversario denostado, todos muestran rostros jóvenes, la apariencia es lo de menos, pero sus ideas, fundamentalmente, siguen siendo rancias y arcaicas, las de los lagartos terribles, dinosaúricas.
Si bien pueden ser especialistas en la administración privada, las empresas públicas tienen otros resortes y fines. Un empresario privado exitoso puede ser una nulidad y un analfabeta, como bien dice Sartori, en el campo de la política. Nuestra realidad está llena de: demagogos, técnicos, arribistas, advenedizos, trepadores, delfines, bebesaurios, etc.
¿En dónde está su buen trabajo político? Si dicen no ser políticos, y si dicen no serlo y además no lo son, estamos perdidos, ¿qué quieren?, los mejores especímenes para jugar a la política, regularmente, son los políticos.
Si ser empresario, exitoso o no, fuese una condicio si ne qua non para gobernar, no bien, mínimamente para gobernar, Bill Gates, Warren Buffet, Carlos Slim, George Soros, Azcárraga, y, hasta el Chapo habrían sido gobernantes o estarían explorando esa idea –acuérdense bien de esto. Todos los citados son empresarios, nos guste o no y quizás a todos les gustaría tener las riendas del poder, les fascina, en sus manos, Silvio Berlusconi lo ha hecho en Italia, Pablo Escobar Gaviria lo intentó en Colombia, qué impide hacerlo aquí. Desde hace tiempo y todavía hoy, en las campañas electorales corren ríos de dinero y, quien más gasta y corrompe es quien gana. Cuando el dinero, la corrupción y la ilegalidad dejen de ser los medios que llevan a ese fin, la historia será diferente. Mientras tanto, debemos conformarnos con las pobres, valga la paradoja, propuestas empresariales, las del poder económico, las cuales, en los últimos tiempos rayan en la Kakistocracia o gobierno de los peores, emulando y siendo pobres caricaturas de Silvio Berlusconi.
Anticipadamente, debemos tomarles la palabra: no esperemos a que asuman el cargo para crear instancias de transparencia y fiscalización de los recursos; que comiencen con la rendición de cuentas con respecto a los gastos de sus campañas, que hagan sus declaraciones patrimoniales, que desglosen sus programas y planes de gobierno, es decir, el qué y el cómo. Que comprueben el pago de: impuestos, luz y agua y condiciones sociales en que laboran sus empleados. Para empezar y si es que desean nuestros votos. La retórica, de ninguna manera, es suficiente, ya que es un cheque en blanco.