LA MAYORÍA DE LOS ELECTORES VOTARÁ EN CONTRA DE SÍ MISMO
Ciudadanos, que no clientes
"Nosotros estamos asistiendo a lo que se llamaría la muerte del ciudadano y,en su lugar, lo que tenemos y, cada vez más, es el cliente. Ahora ya nadie te pregunta qué es lo que piensas, ahora te preguntan qué marca de coche, de traje, de corbata tienes, cuánto ganas…"
El Mundo, Madrid, 6 de diciembre de 1998 Por Fundação José Saramago
“Para que alguien tenga poder, es decir, para que sus órdenes sean cumplidas de modo constante, es preciso que quienes lo sostienen o al menos aquellos de más influjo, estén convencidos de la legitimidad de su poder.”
Hermann Heller Teoría del Estado FCE p.209.
Al aproximarse los relevos políticos, durante las campañas electorales, quienes gobiernan en los distintos niveles; municipal, estatal y federal, buscan el reconocimiento y la “aprobación” por parte de los gobernados, pongo comillas porque lo que les interesa en primer plano es que: en este mercadeo de la política, sí, con esta visión empresarial de la misma (pues esto es lo que ocurre hoy en día), el electorado quede como simple aval –no es un lapsus brutus del candidato del PT, Rafael Nuñez-, sino la forma como se nos percibe desde la cúpula del poder.
Todos nos miran de la misma forma; usan el término aval porque con él, sustituyen al de legitimidad. El aval es un instrumento mercantil con el que se garantiza el pago de la deuda contraída , en cambio, la legitimidad, se refiere al reconocimiento, aceptación o aprobación que los gobernados conceden, en este caso, mediante su voto a los gobernantes.
“El gobernante más incapaz ejerce poder y recibe obediencia mientras se cree en la legitimidad de su autoridad”*
Sabedores de que quienes pagarán el costo de sus tropelías o de su paso por el puesto, somos nosotros, se desentienden del concepto de legitimidad, el cual es sustituido en el discurso electoral por el de aval. Reciben el aval, no se responsabilizan de las deudas contraídas con los súbditos, que no ciudadanos, porque estos últimos no dan avales sino legitimidad y, por lo tanto, quienes terminan pagando todo son los que obedecen, los gobernados.
A los electores se les utiliza, son un mero instrumento, el más importante para poder acceder al cargo y para justificar el mandato de los gobernantes. En nombre de los gobernados se cometen: despilfarros, fraudes, robos descarados, abusos en todos los sentidos, amasamiento de fortunas personales muy bien explicables, tráfico de influencias y otras injusticias.
Esta es la razón por la cual actúan como marchantes, cada empresa –partido- vende sus productos, incluso, casa por casa y, sin escatimar recursos. Porque de llegar u obtener el puesto todo lo invertido, lo cobrarán con creces.
Estas condiciones mercantiles son las que imperan en la política, en sus campañas: quienes se sienten con más derecho para asumir las riendas del gobierno, son los empresarios, pues ellos son los mejores para navegar en las aguas del mercado –y no mucho, como hemos atestiguado en estos últimos tiempos-, pero no en las de la política. Los partidos políticos no actúan ya como organizaciones políticas sino como empresas, el coordinador de campaña se convierte en un gerente comercial y la estructura en su conjunto trabaja no ya para los intereses de la nación sino de los poderes fácticos. El empresario tiende a ampliar los espacios de sus empresas invadiendo los de la cosa pública y viceversa, como ejemplo local tenemos todos los gobiernos anteriores hasta donde alcancen a mirar y, a pensar.
Se utilizan estrategias mercantiles y un ejército de vendedores a los que se les promete el paraíso, en caso de ganar. La propaganda política es sustituida por la mera publicidad que se usa para vender cualquier producto. Dicha publicidad tiene como objetivos: crear la necesidad del producto que venden, hacerlo llegar a la mayor cantidad de consumidores potenciales y, como siempre, sin importar que lo que se diga acerca del mismo sea verdad o mentira. La propaganda política gira en torno de ciertos mitos, pensamientos e ideas que comparten –en este caso- cada organización política y que es positivada como declaración de principios, propuestas etc., pero, que también se refiere a las competencias del candidato.
Parte de la estrategia para convencer se ubica en el “dando y dando”, quienes publicitan un producto obsequian muestras del mismo y, quienes ahora venden candidatos, como bien dice el gran Saramago, buscan clientes, súbditos y no electores libres o ciudadanos. Los vendedores de ilusiones, de candidatos, que no son lo que se dice, regalan: pulseritas, bolsas, paraguas, arbolitos –como si de verdad les importara el ambiente-, comida, etc., organizan espectáculos y promueven el voto de intercambio. Estos empresarios se aprovechan de las necesidades –que ya son demasiadas- de los votantes, sobre todo de aquellos que se ubican en la franja social más amplia, la de los pobres e ignorantes. Vale decir que pobre es aquel que carece de lo más elemental –empleo, salud, educación, vivienda, sustento, etc.- aún pensando como rico, porque existen aquellos sin conciencia de clase que piensan como los patrones e infieren que por esa razón no se encuentran en condiciones de pobreza.
Los pobres, los depauperados, los miserables, son quienes inclinan una y otra vez la balanza hacia uno u otro producto (candidato).
Se puede observar que los simuladores, los grandes histriones, de manera engañosa arrojan el anzuelo con una mísera carnada, sabedores de que los cándidos electores, seguro caerán. Pobres, inducidos por el canto de las sirenas, ingenuos e ignorantes, no conciben que al ejercer -su noble y ganado a pulso- voto, lo hacen en contra de sí. Son el instrumento de legitimación en el campo de la política o son el aval en el gobierno de los peores y, peor aún, podrían ser el aval de la cleptocracia (gobierno de los rateros), una calamidad –como diría Ernesto Garzón Valdez- en ocasiones más dañina que un desastre natural –digo yo.
Se vota en contra de sí, porque a quienes se elige, no representan los intereses de la mayoría de los clientes o electorado, sino que obedecen a los intereses de una minoría, a la que ellos pertenecen.
¿Acaso ellos como empresarios comprarían un producto defectuoso –como ellos mismos- ad infinitum (hasta el infinito), solo basados en promesas de que para la próxima sí servirá o funcionará mejor? NO, no lo harían.
Pensemos con su propia lógica, la mercantil; estos productos no sirven, las empresas nos han engañado. Que mejoren los productos, que cambien sus políticas de control de calidad, que dejen a un lado su publicidad engañosa. Que se transformen o no los compramos.
¿Estos productos –candidatos y organizaciones políticas- son de primera necesidad? No, porque no cuentan con el ingrediente democrático. Entonces, botemos a estos partidos junto con sus candidatos. La sociedad debe organizarse y dejar de ser cómplice de los gobiernos que actúan en contra de ella, hay que hacer a un lado el masoquismo político.
Los “haiga sido como haiga sido” únicamente nos pueden llevar al empeoramiento de la situación en que nos hallamos.
Imaginen a un “gobernante” como el actual, con muy poca aceptación, con una base de legitimidad endeble, como el entrenador de la selección de Francia –ya que gustó, Felipe Calderón, de relacionarse con el mundial-, hace como que dirige, pero en realidad, no manda a ningún equipo, está destinado al fracaso. Un gobierno así, también.
*Ibidem.
miércoles, 30 de junio de 2010
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