viernes, 17 de mayo de 2019

05:00 hrs. Suena la alarma del reloj, despierto, me levanto y la apago. Me acuesto nuevamente, no obstante, mejor decido levantarme. Me preparo para irme a México. Último acto en casa: me despido de mi madre, le doy un beso en la frente. A las 05:40 hrs. en punto, salgo y cierro la puerta de la calle. En mi cabeza cual aves de presa mis ideas y pensamientos vuelan vertiginosamente para decidir por dónde caminar, por qué calles: derecho, una, dos calles y, doblar hacia la izquierda. Presto, seguro y con todos los sentidos aguzados, inmerso en la vorágine de la mar de nuestro espacio vital, en el juego de la lotería o de la tómbola de la criminalidad, llena de aventuras: Cruzo el arroyo vehicular, situándome en la acera de enfrente y doblando hacia la izquierda, afinando bien los oídos por si se escucha venir alguna motocicleta ya que esta es una modalidad de hoy en día muy socorrida para los rateros y es parte de su modus operandi. Apenas pienso en ello, miro de frente a un perro con rasgos molosoides y en el arroyo vehicular a otro, que se desplaza atento a mi, sigiloso, en el extremo, del otro lado de la acera hay uno más al que nada parece interesarle. Desciendo la banqueta, camino presto y seguro, y el perro del arroyo al parecer no está dispuesto a cederme el paso, va hacia mí, él será quien dará la señal de ataqué mientras el de la acera va cerrando la pinza. Tomo la correa de la mochila sujetándola muy bien como un ariete al sacarla de la posición cruzada y comienza la refriega lanzando ellos su primer ataque, a la vez que los amago con mi escudo en forma de mochila, blandiendo ninguna arma puesto que carezco de ellas, espeto a quemarropa un enérgico “sácate” cual Ulises en la guerra de Troya, sin hacerles mella alguna ni inmutarles. El buen Kaliman de mi infancia y ahora en versión recargada le aconsejaba y aconseja serenidad y paciencia al buen Solín, cualidades que poseo, no obstante, ese momento parecieron extinguirse de mi ya que lo que afloró fue un gran nivel de atención y el desarrollo y desempeño práctico de la táctica y la estrategia, puesto que el miedo se volatilizó con suma rapidez. Ambos perros tomaron cual si fueran unos guerreros muy bien adiestrados y experimentados en los menesteres de las batallas unas posiciones desventajosas para mí: primero los dos a manera de tenazas, posteriormente, abriendo dos frentes: uno por delante y otro por detrás. Arremetí con mi escudo en contra del que estaba cerrando la pinza por el arroyo desplazándome de inmediato hacia mi izquierda porque una dentellada, como proyectil venía hacia mi pantorrilla derecha, quedando a escasos centímetros de dar en el blanco. Cual si fuéramos unas aspas en el corazón de un remolino nos movíamos a gran velocidad, eso me parecía; yo pateaba, lanzaba mi maleta en su contra a la vez que me desplazaba lateralmente muy rápido para salir de foco. En poco tiempo ya estábamos a medio arroyo vehicular en el toma y daca que a mí se me hacia eterno, fueron unos minutos, ni una sola alma más que la mía que no estaba dispuesto a ceder estaba en ese lugar, tampoco había vehículos en movimiento. Me atacaban de uno en uno o los dos a la vez y con desplazamientos muy ágiles hacia atrás y hacia los lados, buscando posicionarse uno a mi espalda y otro por el frente, empero, no se los permití. Fui avanzando hacia el frente al mismo tiempo que me posicionaba sin perder de vista a ambos. Mi escudo estaba casi vacío y en realidad no representó peligro alguno para ellos, sólo logré detenerlos por su volumen. Tiraba muy rápido las patadas y retraía la pierna con igual velocidad porque en ocasiones los perros son capaces de morder el pie o una pierna en movimiento. Además, estaba yo muy consciente de que si uno me muerde, ambos acabarían con relativa facilidad conmigo, porque si me prensa uno, seria fácil presa de la otra máquina de morder. Y podrían ser capaces de herirme y hasta matarme. Por fin logré salir de la zona de peligro y posicionarme en triángulo, ellos cedieron y fui caminando hacia atrás. Quién lo dijera, estaba a tan sólo tres calles de la casa y luchando para no ser víctima no de la delincuencia, sino de unos perros. Bastante tenemos ya con la criminalidad. La tensión me duró un largo rato, más de una hora. Así fue mi encuentro con el mejor amigo del hombre que a veces no lo es. La vida de uno puede irse en un abrir y cerrar de ojos, hay que disfrutarla. Ni en las montañas de la ciudad de México me había ocurrido tal aventura y eso que ahí si hay perros por montones; me he encontrado con mastines napolitano, bóxer, pastor alemán y belga malinois, pitbull y muchos criollos, y nada. RicardoCBH 16052019

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