• Obra artística que consiste en la simulación de una campaña política, constituida por siete imágenes que presentan a un candidato a la presidencia, sin afiliación política concreta (partido), las cuales van acompañadas de un slogan que va marcando el proceso de la campaña; se trata de “vender” la imagen pública del político utilizando las estrategias mercadológicas, publicitarias y de los medios de comunicación masiva (el artista se transforma en “político” por medio de la simulación de la imagen pública).
• Las imágenes se presentarán en formato de “espectaculares” en diversos puntos estratégicos de la Ciudad de México, atendiendo a la ubicación de zonas de alto impacto económico de la ciudad: Periférico (delegaciones Miguel Hidalgo y Alvaro Obregón), Churubusco (delegaciones Benito Juárez y Coyoacán), Tlalpan (delegaciones Tlalpan, Coyoacán y Cuauhtémoc). En ese sentido, la modalidad de la propuesta artística alcanza el nivel de arte público por su estrategia de difusión, y el nivel de arte urbano por su estrategia de intervención del espacio urbano, incluso funcionando como instalaciones y/o emplazamientos, según una taxonomía del arte urbano (Díaz Belmont, 2002). Las cinco primeras imágenes con su respectivo slogan, se sucederán una tras otra cada dos meses, mientras que las últimas dos sólo permanecerán un mes cada una, lo cual hace un total de doce meses.
• Orden secuencial de los slogan:
1. Este es mi sex enio (dos meses)
2. Tenemos el gobierno que merecemos (dos meses)
Marco teórico
Este proyecto surge de la pregunta dolida que Camacho Solís le lanzara a Salinas de Gortari: “¿por qué no yo?”, cuando el mandatario saliente eligió a Zedillo como su sucesor. También, por la pugna política recientemente ocurrida en México, cuando el “doctor Simi” se auto propone como candidato y se costea su propia campaña, sin recato alguno; pero sobre todo, por el desenlace del último proceso electoral, en el que surgió un presidente legitimado por el poder y otro presidente que se auto proclama como tal; de ahí que el autor de este proyecto se pregunta, ¿por qué no yo? Así nace la idea de hacer una apropiación de la imagen política proyectada hacia la esfera de lo social, donde la crítica de lo político se presenta como una escenificación proveniente desde el mundo del arte.
Citado por Peter Sloterdijk, para Bismark “la política es el arte de lo posible”, es decir que los asuntos de Estado, son palabras mayores . A ese dictum de Bismark, podría oponerse la siguiente idea: “el arte es la política de lo posible”, lo cual significa que no es ni menos serio, ni menos importante que la administración del poder, y que es más cierto en nuestros días que el arte juega con el poder, ya que éste último se expresa y se materializa gracias al primero.
Sobre los políticos modernos, Sloterdijk encuentra su génesis en los “atletas de Estado” que se originaron en las polis griegas, personajes sociales que renunciaban a una vida común de pequeños goces y desgracias, por el ejercicio de discutir con otros hombres sobre las “grandes cosas”; siendo éste el “espíritu de la megalopatía” . Para el filósofo alemán, la política sería una suerte de embarcarse en el mismo barco: la comunidad imaginaria.
Desafortunadamente para la clase megalopática, el mundo actual ha pasado del antiguo cosmopolitismo a un “nomadismo cósmico”, abriendo paso a la hiperpolítica en tiempos de la política global, en la que los políticos en activo están “tan raramente a la altura de los nuevos retos” ; esto produce un descontento masivo con la clase política, quienes son sorprendidos con mayor frecuencia en fraude, abuso de poder y errores. Ante la insuficiencia de los políticos frente a los retos globales, Sloterdijk insinúa una “proyección de un malestar general de la cultura mundial”, enfocado en la prominencia política, traducida en una especie de exhibicionismo: “es en ésta donde se hace visible un nuevo tipo de discreta obscenidad, que sumerge en una misma situación embarazosa a todos los afectados, tanto actores como espectadores…” . No cabe duda que mirar a los políticos retozar en los media es un espectáculo vergonzante. El filósofo alemán afirma que no sabemos “qué tipo de hombre sería necesario para llenar los huecos, ni qué entrenamientos deben desarrollarse para reducir los enormes agujeros existentes entre la forma global del mundo y las psiques locales” .
Si no sabemos qué tipo de hombre es el que debe encarnar al político ideal, la imagen nos puede jugar una trampa: vendernos una ilusión, la imagen de un personaje cuyas virtudes deben ser significadas y cuyos vicios hayan desaparecido de lo visible y se hagan impensables. Un tipo ideal que responda al imperativo del imaginario colectivo de lo social, el líder imaginado por las multitudes para delegarle todo el poder del contrato social. Es posible concebirlo a partir de la imagen por una serie de atributos, pero lo extraño del asunto es que es sólo imagen de lo real, en donde el retratado es un actor y el conjunto una escena, y aquí al igual que en el mundo de la publicidad y la mercadotecnia, todo producto y toda mercancía son fetichizados; la imagen del político no es una excepción.
De acuerdo con Baudrillard, vivimos en medio de la simulación donde la política es un simulacro más de la cultura contemporánea (o tal vez la simulación es la política de hoy); según lo postula el sociólogo francés, los simulacros preceden a lo real, ya que son modelos de lo “hiperreal”: en la simulación la realidad desaparece por los signos de lo real ; Baudrillard lo expresa así: “Lo real no se borra en favor de lo imaginario, se borra en favor de lo más real que lo real: lo hiperreal. Más verdadero que lo verdadero: como la simulación” .
En la simulación la política se ha tornado transpolítica: “la transparencia y la obscenidad de todas las estructuras en un universo desestructurado…” . En su ensayo “Después de la orgía”, Baudrillard nos comenta que la orgía ha consistido en la promiscuidad de unos campos dentro de otros, contaminación de las categorías y los valores de una esfera por otra: la política en el arte, el sexo en el arte, el sexo en la política y el arte en la política; dando lugar a las figuras de lo transpolítico, lo transestético y lo transexual . Baudrillard dice que nos hemos convertido en transpolíticos: “seres políticamente indiferentes e indiferenciados”. Parafraseándolo, se diría que los políticos son unos “travestis de la política” .
Una de las figuras de lo transpolítico es lo obsceno, concebido como “la pérdida de la escena de lo social, de lo político, de la escena teatral”. Haciendo una dicotomía, Baudrillard lo explica así: “El modo de aparición de la ilusión es el de la escena, el modo de aparición de lo real es el de lo obsceno”. Lo que se muestra a la mirada sin ambages, lo que se exhibe en toda su crudeza y del modo más explícito posible, Baudrillard lo define en una fórmula: “Más visible que lo visible, eso es lo obsceno”. No hay secreto, todo lo aparente es transparente; no hay profundidad, todo es superficie y abruptamente próximo a la mirada: “Lo obsceno es el fin de toda escena”. Lo es también en la simulación automática de lo político, según nos lo recuerda Baudrillard: “Y menos que nada el discurso de los políticos, obligados todos ellos a simular en una gesticulación patética, pornógrafos de la indiferencia cuya obscenidad oficial acompaña y subraya la obscenidad de un universo sin ilusión”. En esta dimensión de lo obsceno no será difícil comparar al político con la mercancía. Una vez más Baudrillard: “Marx ya denunciaba la obscenidad de la mercancía unida al abyecto principio de su libre circulación” . Político y mercancía convertidos en imagen-fetiche, imagen obscena.
En cuanto al proyecto que aquí se presenta, se podría concluir siguiendo a Baudrillard, que se trata del arte como simulacro (el arte también es un simulacro en la cultura actual, no se olvide), arte simulacionista (como el que surgió en la década de los ochenta, en la posmodernidad fría en Estados Unidos, entre 1985 y 1990) resultado de la teoría de la simulación de Baudrillard y de una estética simulacionista; el simulacionismo se dividió en dos grupos, el de los neo-objetuales (Jeff Koons, Haim Steinbach) y los neo-abstractos (Ashley Bickerton, Peter Halley) ; este trabajo tal vez sea mejor clasificarlo como post-simulacionismo, y más específicamente en el grupo del neo-posapropiacionismo (cfr. Richard Prince y su apropiacionismo simulacral).
O pensar en este trabajo como transestético, donde el arte se desborda fuera de sí para entrar en el terreno de la política y provocar su crisis, pues desnuda y desestructura su edificio ideológico. En este caso, no hay crítica al sistema político mexicano (ni a ningún otro del mundo), como tampoco al capitalismo o al imperialismo; la crítica va dirigida a la figura del político, a su imagen pública, se trata pues, de una desmitificación del político como personaje, como actor social cuyo actuar determina decisivamente un estado de cosas en el conjunto de la sociedad.
Sin embargo, todavía hay otro cruce de este trabajo con el arte posmoderno activista y alternativo en Estados Unidos, de los años ochenta (Martha Rosler, Barbara Kruger, Jenny Holzer), en el que se encuentra una fuerte carga de denuncia social; estas artistas emplean imágenes apropiadas y subvierten su sentido, a partir de lo que Hal Foster ha llamado “signos subversivos”, utilizando textos que proponen una relectura de las imágenes provenientes de la ideología dominante (en su caso, masculina) ; en el presente trabajo, los signos subversivos son los textos que componen los slogan y la imagen es apropiada del contexto de la política, pero el efecto se encuentra entre el simulacionismo y la ironía.
Aunque estoy consciente de que otros colegas han llevado a la práctica trabajos similares al que se presenta aquí, de lo que puedo estar seguro es que su intención y su alcance difieren del que se propone en éste; por intención me refiero a que el punto central es hacer una simulación de una campaña política y a través de ésta provocar la desmitificación de la imagen del político; por alcance quiero decir la meta de este trabajo, la cual es hacer arte urbano que pueda durar un año y que durante ese tiempo interactúe con los habitantes de esta ciudad, suscitando un debate político sobre lo político.
EUGENIO GARBUNO AVIÑA
Nota: Son 7 slogans y 7 fotos, cada un@ de las cuales irán apareciendo con dos semanas de espaciamiento entre un@ y otr@.
Ricardo CBH.


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